El pasado 19 de diciembre, la Cámara
de Representantes trató el proyecto de reforma de la Ley Orgánica Policial, siendo
aprobada sólo con los votos de la bancada de gobierno, en una veloz y vergonzosa
sesión que contó en pleno tratamiento del proyecto, con tertulias entre
legisladores, largas visitas a las redes sociales y hasta a páginas oficiales
de cuadros de fútbol. En ese marco, se votó una ley que contiene nada menos que
la estructura de la institución más importante en sede de orden y seguridad
interna en nuestro país.
Ahora bien,
para el lector desprevenido, conviene aclarar que una de las mayores
condicionantes que tiene una institución democrática es, justamente, su
estructura pues es ésta la que determinará, en gran medida, su posterior
funcionamiento y ulteriores adaptaciones a nuevos desafíos. Sin restarle
importancia a los otros contenidos que una ley orgánica posee, su estructura es,
como muchos acuerdan, absolutamente vital.
No obstante, antes y después de esa vergonzosa
sesión, que presenciamos, el SUPU publicitó la crítica que hiciera, oportunamente,
al proyecto de reforma oficialista en Comisión de Constitución y Códigos de
Diputados, marcando su posición, así como un promedio de diez
inconstitucionalidades, cuantiosos errores de redacción, ausencia de técnica
legislativa básica, entre otras cosas menores, pero no menos importantes.
Difundió también, cada participación
pública en que se fijaba una posición sobre el tema, desde el 22 de setiembre
del 2012, fecha en la cual éste proyecto fue enviado al Parlamento por el Min.
Interior, denunciando la forma inconsulta con que fue elaborado respecto de
cualquier sindicato policial tanto los que siguen integrando el Pit-Cnt, ni a
los que no lo hacen como el SUPU, al menos en los términos en que corresponde
según la ley de negociación colectiva para el sector público.
La difusión en cuantiosos medios de
prensa y redes sociales para todos los trabajadores policiales y el público en
general, tuvo dos ejes fundamentales; el primero, fue realizar una crítica del
proyecto oficialista; el segundo, difundir ampliamente los proyectos alternativos
que el SUPU, había presentado en el Min. Interior, y Parlamento Nacional, particularmente
en Comisión de Constitución y Códigos de la Cámara de Representantes.
El proyecto promovido por el Min.
Interior, igualmente obtuvo aprobación en representantes, y pasó de forma rápida a la Cámara de
Senadores, para ser tratado el 29 de diciembre. En esos diez días, que
separaban una sesión de la otra, el SUPU intentó incrementar dar la difusión a
todos los integrantes de la cámara que trataría el tema, tanto del oficialismo
como de la oposición, obteniendo respuesta por parte de algunos, y acusando
recibo de la recepción por parte de otros, de la visión crítica que se tenía.
Fue en ese marco que la cámara de
Senadores suspendió, con buen tino, la discusión puesto que era evidente, como lo
expresamos en reiteradas oportunidades, que el proyecto gubernamental no sólo
no había sido estudiado por los Diputados del oficialismo si no que,
probablemente, ni jurídicamente se habría revisado, basta con remitirse al
articulado para confirmar esto.
El informe en mayoría, que se adjuntó
al proyecto, lo encabezó el Diputado Gonzalo
Mujica, como miembro informante, quien recomendaba a sus homónimos la votación
del mismo. Ahora vale aclarar, que el mismo es de profesión Doctor pero no en
Derecho, sino en Medicina. En tanto que el informe en minoría, sugería justamente
lo contrario, señalando que había importantes carencias en el proyecto de
reforma.
Según supimos ésta celeridad en el tratamiento parlamentario del proyecto
obedecía, a un pedido especial del Min. Interior a la bancada de gobierno, para
iniciar un nuevo período frente a la cartera ministerial con ésta reforma en
vigencia, asegundándose algunas herramientas legales para tal fin.
Por su parte, pero en el mismo sentido, para ilustrar sólo un poco el
nivel de desaprensión en el tratamiento del proyecto, basta señalar lo que el propio
Senador Eduardo Lorier, en oportunidad de ser consultado al respecto reconoció,
a una radio capitalina, que la bancada
de senadores frentistas pretendía aprobar la nueva Ley Orgánica Policial sin
haber estudiado el texto, haciendo “confianza” en lo que ya habían estudiado y
aprobado los diputados oficialistas.
Pero, no sólo desde el ámbito legislativo, el proyecto fue seguido con
una inusitada desaprensión. Los propios trabajadores policiales que exigen, un
día sí y el otro también, cuantiosas mejoras en las condiciones de trabajo,
mejor salario, más derechos y garantías laborales, o en términos más generales,
mejor legislación laboral para la Policía, fueron los grandes ausentes en ambas
jornadas legislativas.
Aun así, no existió ninguna omisión por parte del SUPU, pues en ambas
jornadas llevó dirigentes a las barras, acompañados por un puñado de
trabajadores policiales sindicalizados, que demostraron coherencia absoluta
entre sus palabras en las redes sociales y sus actos. Sin duda, ésta desaprensión
por parte de los trabajadores policiales, merece un profundo análisis tanto
colectivo, como individual.
Por su parte, algunas organizaciones sindicales afines al Pit-Cnt, más
que análisis, deben realizar una autocrítica de principios, pues no sólo
hicieron votos de confianza en que el contenido del proyecto de reforma que
enviaría el Poder Ejecutivo, iba a consagrar o considerar al menos, la
básicamente lo que ellos entienden son los reclamos que los trabajadores
policiales, si no que apoyaron el mantenimiento de la Orden 12, bajo firma con
el Min. Interior, bajo el compromiso de no denunciar el mismo hasta que
recayera solución legislativa sobre el punto, olvidando que se violaba un
convenio colectivo preexistente, y con él, los DD.HH. de los trabajadores, y
por lo menos dos convenios internacionales que nuestro país ratificó con la
OIT, como bien lo expresó la I.N. DD.HH. y Defensoría del Pueblo, a falta de
una, en dos oportunidades.
Pero, como sería de malo el proyecto del gobierno, que aun así, tarde y
mal, los sindicatos policiales del Pit, también manifestaron discrepancias con
el proyecto, pero cuando desde la Comisión de Constitución y Códigos se cometió
el despropósito de de citar quienes
dicen representar a los trabajadores policiales para dar opinión sobre el punto,
éste conjunto de organizaciones sindicales del Pit, respondieron que no tenían
a nadie, y que no sabían a quien mandar.
Como era obvio, la consecuencia de
esto, fue que la visión de “los
sindicatos policiales” sobre el tema, estuvo convenientemente ausente para beneficio
de la iniciativa gubernamental. Y si
bien es posible creer que dicha citación de la Comisión fue una acto de
distracción, ya que ese sector de los sindicatos policiales no presentó ni un
solo proyecto alternativo de reforma para la Orgánica Policial, ni ningún otro sobre tema alguno, ni siquiera
una crítica sobre la propuesta ministerial, que me inclino por la teoría de una
conveniente causalidad en esa ausencia.
Sin embargo, luego de todo éste trabajo, los trabajadores policiales
parece que no tomaron conciencia de todo lo que está en juego en éste proyecto,
algo que quizás guarde relación con la aislada pero estoica actividad que el
SUPU desarrolló al respecto, difundiendo, denunciando, y proponiendo ideas en
cuanto ámbito le fue posible. En tanto que, las otras organizaciones sindicales,
y nos consta, no se han concentrado a difundir tan siquiera el proyecto del
gobierno, para que cada trabajador policial, organizado o no, de acuerdo a sus
capacidades pudiera realizar su propia valoración del mismo.
Quizás sea conveniente, por un momento, abandonar las explicaciones
jurídicas, y abocarnos a señalar más claramente, lo que pretende cambiar la
iniciativa gubernamental en la ley Orgánica Policial, a ver si logramos un
mayor nivel de compresión por parte de los casi 31500 trabajadores policiales
que serán directamente afectados, de
aprobarse lo que propone el Min. Interior, sea mañana la ley que nos rija.
Uno de los cambios más radicales que se evidencia, lo constituye la
prohibición absoluta para los trabajadores policiales de criticar, de cualquier
forma la política, decisión u autoridades, de la Institución, lo que implicaría
que intercambios de opinión e ideas en redes sociales, así como en sus
variadísimas formas, como las conocemos hoy terminarían abruptamente, con todo
lo que eso implica para la militancia presencial o virtual.
Sólo los dirigentes sindicales gozando de fueros, según la visión del gobierno,
estarían autorizados a realizar las mismas, bajo las responsabilidades legales
y reglamentarias que los comprenden desde siempre. Hablamos entonces que la
nueva legislación busca silenciar a todos los trabajadores policiales.
En el plano administrativo, la reducción de los plazos constitucionales
para recurrir actos de la administración (sanciones), bajándolos a la mitad, no
sólo constituye una inconstitucionalidad evidente, sino que en la práctica
atenta contra el derecho que cada trabajador tiene hoy, de presentar descargos
y defensa con las garantías que aun no ha violado el Min. Interior, en otras
palabras, el bastión constitucional sería también arrasado por norma legislativa
(Orden jurídico. Principio de jerarquía).
En el ámbito de las aspiraciones a nuevos derechos, los trabajadores policiales
no poseen en éste proyecto, ni seguro obligatorio ante accidentes u
enfermedades laborales-profesionales, ningún tipo de retribución por
nocturnidad, horas extras entendiendo por tales aquellas trabajadas que superan
las cargas mínimas semanales establecidas, ni la tan anhelada como justa insalubridad,
y definitivamente nada se establece en materia de salario vacacional, ni sobre
mecanismos de estímulo que impliquen una promoción de la carrera funcional. Con
lo que todos los encendidos discursos que hablaban de “dignificación de la
labor policial” se han quedado en eso, en discursos.
Yendo un poco más lejos en éste punto, el proyecto no establece ningún
mecanismo de evaluación del trabajo policial, no lo hace desde el punto de
vista sustancial ni formal, ningún mecanismo para estimular de forma alguna a
los trabajadores policiales que todos los días se juegan la vida en la calle,
más que los perniciosos ya establecidos en la ley vigente, que dependen de la
discrecionalidad de los jerarcas quienes, por momentos, disponen de ellos con
criterios poco claros, a falta de normativa específica al respecto.
En el
plano del derecho a huelga, se establece la prohibición absoluta, puesto que la
legislación internacional, deja abierta ésta posibilidad bajo ciertos
presupuestos, pero encomienda a la legislación nacional de cada país, el
resolver sobre el tema. Cabe aclarar que, desde el SUPU, hay no sólo
conciencia, también hay responsabilidad, ya que desde su constitución su
Estatuto, cierra esa posibilidad, por lo que como organización sindical
formalmente no podría participar, coordinar, o dirigir dichas acciones.
Pero la prohibición absoluta del derecho a huelga, para establecerse,
requiere una serie de garantías en sede de negociación colectiva, resolución de
conflictos, y celeridad en todos los procesos, pero de esto el Min. Interior aun
no estableció, no creo que lo haga, media palabra. Viendo, por tanto, la
orientación que tiene la legislación que ha propuesto el Min. Interior, poco
falta para que implemente contratos yellow
dog (perro amarillo) a los efectos de asegurarse el silencio de cada trabajador
policial.
En términos de condiciones de trabajo, formación, indumentaria, tiempo de
los cursos y forma de la carrera policial, mantiene en términos generales el
estado actual de las cosas y las reafirma en la ley, legitimando el manejo
feudal que hace algunos superiores gracias a la carencia en normas que limiten
sus facultades administrativas, por lo que pases y traslados, seguirán siendo
sanciones disciplinarias encubiertas con las que se castigue a los trabajadores
cuando las causas, no permitan hacerlo bajo la claridad de las normas
disciplinarias. Algo sobre lo cual, hemos advertido desde éste espacio
profusamente.
Pero puede concluirse que el proyecto del gobierno, no contempló ni en lo
más básico, las propuestas que desde los trabajadores organizados realizaron en
tiempo y forma. Pero aun queda una instancia más en cámara de Senadores, a
dónde recaerá la responsabilidad de hacer de éste pésimo proyecto una ley, que
condicione la actuación de la Policía, así como las condiciones de trabajo de
sus integrantes de forma paupérrima o no.
Finalmente, no puede pasarse por alto, la falta de interés que tienen los
trabajadores policiales sobre el tema, pero desconocen o no logran divisar que
el salario, indumentaria, prestaciones, derechos, garantías, facultades,
estructuras organizativas, y libertades como las de expresión o las sindicales
dependen exclusivamente de nuestra ley Orgánica Policial, causa última de todas
nuestras penurias hoy, por su especialidad constitucional. Quizás sea ésta la
última gran pelea de ésta década para los trabajadores policiales de todo el país,
y deberán decidir si se suman a la lucha o se someten a la sistemática opresión
de derechos.
Teniendo presente todo esto, y agregando una aberrante legislación para
la función policial, es que nos preguntamos, cómo es posible que los
trabajadores policiales organizados o no, no se involucren más, en las luchas
que se emprenden para mejorar sus condiciones socio-económicas. Personalmente,
entiendo que las organizaciones sindicales tienen mucho trabajo por hacer en
éste sentido, mucho por hacer en estimular la movilización, la participación y
el apoyo a iniciativas por causas razonablemente justas, pero no podemos obviar
nuestra idiosincrasia. Sabemos lo que es luchar en el país del “andá vos”.
Esto
es consecuencia directa de la desaprensión, así como de la equivocada cultura
individualista que, por décadas, se nos ha inculcado como trabajadores, no hay
nada más colectivo que la Policía. El cambio de esto o no, depende en última
instancia de los mismos trabajadores policiales y de la dimensión de su
compromiso moral con su labor, su familia y con sus más altos ideales. La cuestión está planteada.
Miguel
Barrios.