jueves, 12 de diciembre de 2013

VIOLENCIA EN ESPECTACULOS PÚBLICOS Y LA POLÉMICA RESPUESTA ESTATAL.



Para entrar a exponer sobre este punto, quizás sea bueno señalar, que los episodios de violencia en los espectáculos deportivos y públicos en nuestro país no son nuevos, pero tampoco han acompañado la historia nacional, muy por el contrario, lo justo sería hablar de fenómenos que no llegan a tener más de dos o tres décadas, al menos con la asiduidad a la que asistimos a ellos hoy. También constituye ya una práctica constante, que la Administración reaccione pero luego de que los males, propios de la convivencia ciudadana, ya han llegado a niveles preocupantes de violencia interpersonal o daños a la propiedad en general.

En los últimos eventos que pueden recordarse, como punto de inflexión, están los hechos de violencia que tuvieron lugar en el último “Clásico” dónde casi una decena de trabajadores policiales terminaron lesionados por las agresiones que, un grupo de barrabravas de Peñarol situados en la tribuna Ámsterdam, estos  les provocaron las mismas cuando los primeros, intentaron primero dialogar, y después reprimir los desmanes que tenían lugar allí.

Hasta ese momento, las respuestas frente a los hechos violentos se habían manejado bajo diversos acuerdos, que implicaban a los dirigentes de los clubes, a los “referentes” de las barrabravas, y los “operativos policiales” de estilo en base a un protocolo que, posteriormente se supo que era más elástico, al estar sujeto a las evaluaciones del nivel de riesgo previo, en cada partido, lo que demostró ser un mecanismo débil, para enfrentar estos hechos, ni que hablar de reunir prueba para ponerlos a disposición de la justicia.

Entre las cosas que desde el inicio, nos pareció inapropiado y reñido con las normas que señalan las primeras fases de la actuación policial establecidas en la ley 18.315, fue el reconocimiento del “Poder de hecho” que hasta ese entonces poseían los “referentes” de las hinchadas, que pasaron a ser normativamente aceptados tanto por clubes en casos de orden contractual, a propuesta del Min. Interior, que también coordinó los subsiguientes operativos bajo estas nuevas pautas y con estos actores ya referenciados.

Ya hemos señalado, que aquí no cabe engañarse, todos en nuestro país saben los caminos que hay que recorrer para llegar a ser “referente” de barrabravas, esto es, prácticas poco civilizadas y desarmónicas con las reglas más elementales en materia de convivencia ciudadana. Estos “acuerdos”, entre el Min. Interior y los integrantes de la Comisión, terminaron con trabajadores policiales acorralados y en otros, escoltados por los “referentes” de las hinchadas o barras, para que pudieran egresar sin ser lastimados en ese proceso entonces, con una muy baja efectividad.

Poco a poco, la tribuna que reunía a los hinchas de Peñarol, terminó bajo dominio de los propios hinchas y barrabravas que disponían sus “elementos se seguridad” desplazando a la policía de una de sus principales cometidos, el orden público. Luego de esta cadena de hechos que culminó con los incidentes del cásico, llegó la respuesta judicial, por impulso de varias denuncias penales que articularon tanto el Min. Interior, los clubes deportivos, la administración del Estadio Centenario y, por último, alguna organización sindical, con más apuro que análisis.
 
Unos días más tarde el Min. Interior planteo, en el seno de la Comisión que integra,  para control y erradicación de la violencia en el deporte para su “aprobación”, una batería de medidas que a los pocos días tuvieron resultados desiguales, pues los episodios de violencia perduraron en eventos del interior del país, como Maldonado, Canelones -con 10 procesados- e incluso el propio Montevideo, en el partido de Nacional y Miramar Misiones, con dos policías lesionados.

Pero, en este sentido, una de las medidas más importantes que se implementaron, fue que la fuerza pública retomara el control de las tribunas, para garantizar el orden en las mismas, eliminación de los pulmones, así como lo hacía en otros sectores de los estadios o canchas donde tenían lugar los encuentros deportivos. Esto, como lo advertimos a su tiempo, generaría un efecto disuasivo, pero también implicaría ineludiblemente nuevos enfrentamientos entre trabajadores policiales e barrabravas.

Sin lugar a dudas, las nuevas medidas, fueron efecto de la reacción pública que se hizo sentir por medio de redes sociales, prensa y desde los ámbitos políticos, así como de las denuncias penales realizadas. Más, cuando uno piensa en un operativo policial que logre controlar y eliminar los episodios de violencia deben necesariamente tener control total sobre el evento deportivo en sede de seguridad, y esto implica no subordinar los criterios técnicos a la aprobación de “organismos o comisiones” que son incapaces de soportar pragmática y normativamente la delegación de las responsabilidades que sólo puede desarrollar la fuerza pública privativamente.

En un operativo objetivamente dispuesto, es elemental que la fuerza pública, disponga sobre el punto seguridad: cómo se ingresa, a qué hora lo deben hacer, los mecanismos de revisión especial, la ubicación, los criterios para desalojar y las causas para proceder a ello, todo respecto de las barrabravas de cualquier equipo deportivo, o de las hinchadas en general, pero esto no se realiza, y más elementalmente, es insoslayable la necesidad de sectorizar las barrabravas y su ubicación a los efectos de realizar el protocolo de desalojo de las mismas reduciendo posibles daños colaterales, a los terceros no implicados.

Lo ideal sería un operativo donde se disponga, básicamente, el sitio que se ubicará la barrabrava, en un sector técnicamente estudiado y separado de las zonas destinadas para la familia o parciales en general. Esto tiene mucho que ver, con las medias técnico-operativas, el armamento, y protocolos que se puede implementar o no, y no sólo para desalojar a los violentos, sino para proceder a su detención posterior, detalle este que, por el momento, ha representado muchas dificultades.

Por otra parte, el ingreso de menores de edad a estas zonas preestablecidas para la ubicación de las barrabravas no debería permitirse, por razones que se desprenden de la lógica, y que evitaría que terminen involucrados en eventos poco gratos, y estimular de ese modo, una suerte de prevención -por separación- de esa lamentable imitación de las inconductas de los mayores que, poca conciencia demuestran en ciertos momentos, respecto de los menores que los rodean, y muchas veces les sirven de escudo ante la eventual represión.

Nos preguntamos, en este sentido, de qué otra forma pueden utilizarse, los implementos que propuso el Min. Interior, “armamentos y protocolos”, si los que tiene para desalojar y detener a los violentos pueden afectar a quieres son usados como escudos por los violentos como sucede?

Creemos que estas medidas absolutamente elementales, para ordenar un operativo policial, no pueden estar ausentes, pues los resultados seguirán siendo negativos en una valoración objetiva, si el control y dirección de los mismos están sujetos a intereses que, nada tienen que ver con la finalidad de garantizar el orden público. Otro aspecto que puede señalarse, y que desde luego hace a la seguridad, es el netamente económico que señalaba el Ministro Eduardo Bonomi en nota a un medio de prensa, cuando hizo alusión a que en el operativo del “clásico” había dispuesto 900 trabajadores policiales, pero que a los cubes, no se les pasó un presupuesto equivalente a esos 900 efectivos.

Esto, mal que le pese a cualquier administración hace a la seguridad pública, el presupuestar menos, no es una herramienta para mejorar los factores de seguridad, creemos que es justamente una herramienta que estimula lo inverso. En otras palabras, a los trabajadores policiales que concurren a los operativos de futbol, se les ordena estar varias horas antes del inicio de los mismos, pero se les paga, por 222 sólo desde la hora del inicio del evento, y pasa lo mismo con la hora de finalización, que es a una hora determinada y varias horas después se retiran, aunque ya dejaron de percibir los ingresos por 222 cuando finalizó.

Este no es un mero dato de la realidad, pues la Administración aplica una suerte de híper-disposición sobre el horario de los administrados, pagándoles por menos horas de las que realmente trabajan, esto no sólo los aleja de estos servicios, sino que los predispone a los que concurren, por cumplimiento de las ordenes, a un malestar que nos manifiestan reiteradas veces, ya que la “rebaja” sale del tiempo de los trabajadores policiales, los que evidentemente tienen derecho a cobrar su horas efectivamente trabajadas, por derecho. 

Los eventos deportivos de los que hablamos, no son otra cosa que espectáculos privados de acceso público, con lo que, o se aplica el absoluto control de la fuerza pública sobre las pautas necesarias, bajo criterios técnicos, para desplegar operativos que den garantías a todas las partes, o puede optarse, por la aplicación de la seguridad privada que complemente a la pública, mediante la contratación como se ha propuesto -creemos que equivocada solución- pues desde ya es previsible, a todas luces, que las citadas empresas no están preparadas para controlar, lo que la misma policía aun tienen problemas para controlar, ni hablemos ya de desalojar o detener a los violentos, de la reunión de pruebas, etc.

Existen cosas que en nombre del pragmatismo, no hacen más que desviar y confundir los roles claramente establecidos en las normas de nuestro orden jurídico en la materia, que mudan la natural aceptación que deben tener los contratantes respecto de los parámetros elementales que la fuerza pública tiene que establecer como inamovibles y básicos. Haciéndolos prevalecer contra los requerimientos que plantean algunos actores, que atienden a intereses que nada tienen que ver con velar con la seguridad de los asistentes a los eventos. Ojalá estemos equivocados, más los hechos nos vienen dando la razón.


Un abrazo fraterno para todos.
Miguel Barrios.-