lunes, 8 de febrero de 2010

“BELLUM OMNIUM ERGA OMNES”

(Guerra de todos contra todos)

Por Miguel Barrios.

No fue hace mucho tiempo que nuestras organizaciones adquirieron el derecho, siempre injustamente negado, de representar y pugnar los intereses colectivos de nuestro gremio. Un sueño, para aquellos que iniciaron un camino similar, en sus fines, pero desde la clandestinidad más injusta por contraria a la constitución, que los condujo a investigaciones administrativas, bajas del servicio, y otras derivaciones familiares que sólo ellos podrían explicarnos.



Algunas décadas más tarde nos encontramos con un canal, para encauzar toda una profusa y vetusta problemática, que al tiempo que nos ayuda a descomprimir las frustraciones que naturalmente contraen las injusticias, nos dificulta esa tarea siempre difícil de organizar a los grupos humanos, de elegir criterios, de establecer prioridades, de entender que problemas acarrean otros, para resolverlos inteligentemente y evitar de ese modo la imposible presencia omnipresente de los representantes de todos los lugares y sindicatos para proporcionar soluciones que pueden reformularse, mediante el establecimiento de procedimientos automáticos, coordinados, económicos y ágiles.



Pero son pocos los esfuerzos que no se hacen en forma atomizada (dividida), y desde luego esto sin perjuicio de quitarle precisión a la herramienta sindical, la vuelve más lenta, restándole credibilidad a la eficacia que deben garantizar nuestras organizaciones sindicales, todas, a cada afiliado. Se desprende de la naturaleza de las cosas que, aun dentro del sistema legal y reglamentario injusto que enmarca el trabajo policial, no es mas sencillo y mas económico aun hoy, el reclamar una medida disciplinaria injusta, que asumirla aunque ella revista aquel carácter. Mientras estas desafortunadas situaciones se perpetúen en el tiempo, así como por su repetición constante, seguirán enlodándose legajos, carreras, nombres, dignidades, vidas, futuros, sueños.



Todos los seres humanos poseen sus virtudes, así como sus carencias, a partir de este simple hecho y de adquirir conciencia de ello, es que nos vamos complementando unos con otros, nos vamos volviendo un todo con el colectivo. De este complemento, nace generalmente la obra humana, nutrida de sus individualidades y menos imperfecta que las unipersonales.



No obstante el hombre común posee, una perniciosa tendencia a imponer su pensamiento o su forma de entender y hacer, en vez de explicarlo y ponerlo a consideración de sus iguales, para que éstos en su libertad adhieran a el, o no, replanteen su propia idea y en definitiva acuerden. No hay obligación de estar de acuerdo, pero si de escuchar, de analizar las razones que exponen los otros, nuestros iguales.



Importan mucho los fines, porque justamente es en ellos que los hombres, por vivir similares acontecimientos acuerdan rápidamente, mas lo contrario pasa con las formas o métodos de alcanzar aquellos fines. Y es aquí, por su naturaleza, donde los hombres encuentran su mayor obstáculo. Porque su esencia y con frecuencia su educación les impulsa a ser rígidos, tenaces, intolerantes, sin saber que la convicción y la razón no son incompatibles con la negociación, la tolerancia, la flexibilidad, puesto que cada vez que el hombre cedió una parte, para entender otra posición diversa a la suya, nació una idea, se avanzo un paso, se logró un consenso, y de la palabra, del intercambio, nació el fruto de la inteligencia.





En la actualidad nuestros diferentes sindicatos, poseen un ámbito para la negociación intersindical, y definitivamente es imprescindible el mismo, para fomentar ese dialogo, ese consenso. El problema radica, en la mentalidad con la que se ingresa a ese recinto, a ese foro de ideas, de creación, de construcción. Las ideas no se combaten, se comparan y según la realidad en la que vienen a nacer, se opta por la que se crea la mejor para la generalidad de los intereses, sin descuidar, las disconformidades menores a tal punto que empuje a los disidentes a la deserción.



Reina fuera, y dentro de ahí, una silenciosa “guerra de todos contra todos”, donde la desacreditación personal, de ideas, de logros, es una estratagema que, al margen de ser inadecuada, se esta volviendo progresivamente el primer y mas grande obstáculo para lograr el bienestar del colectivo, volviendo oscuro el futuro de esta clase de vínculos, así dispuestos. En cambio en el dialogo, en ese derrotero siempre postergaremos algunas de nuestras formas, por las de otros, pero si la idea o el fin es lo imprescindible y urgente, como no darnos cuenta que el modo, el camino es sólo la excusa para compartir, crecer, construir, alcanzar un sueño.



Todos los que nos representan de algún modo, en esta fatigosa tarea, deberían tener presente que los hombres pierden la fe mas rápido en sus iguales que en sus dioses, aunque a éstos últimos jamás los han visto. Y aunque parezca innecesario, hay que recordar que esto no es una “guerra de todos contra todos”, sino una lucha, de todos, en función de todos. La sabiduría a veces implica reconocer el error propio y dejar paso a la razón ajena y curiosamente así, de ese modo, se esta teniendo razón igualmente, no por la autoría de la idea sino por tener la grandeza de permitirla, la humildad de participar de ella, y como líder, la visión de reconocerla.